sábado, febrero 20, 2010

Risas Atómicas


De verdaderas explosiones dentales recuerdo pobladas
aquellas veredas que me llevaban a la casa de la abuela.

Motor-corazón, se movían con ligereza,
y patinaban por las calles,
y suspiraban en las cuestas.

¡Ay, de esos latidos que medio tocaban a la puerta de mi pecho!
Parecían despertarme de fabulosos sueños que llenábanme la cabeza,
camino a casa de la abuela.

De aquellas brisas veraniegas,
y de las copas de los sauces que miraban a lo lejos,
hoy ajeno les reclamo.
Los recuerdo.
Les pienso a ratos; los más amenos, los más enfermos.

Y es que del estrecho del estero, y de las tejas de los techos,
alejarme no puedo.
No quiero.

Si debo.
Le debo a esos seres de antaño, más que un puñado de memorias.
Más que esos juegos eternos y esas sonrisas platónicas.
Más que caricias y cartas anónimas.

Amor.
Del ígneo centro de mi cuerpo.

Caen las hojas, y las huellas se borran.


A mis primos.
Olas salvajes del Verano de mi Vida.

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